Unn padre entregó a su hijo un puñado de clavos, una tabla, un martillo y le dijo.
- Cada vez que tu conciencia te diga que has hecho o dicho algo que no esta bien, clava un clavo en la tabla. Cuando hayas terminado me avisas.
A los pocos días, el niño llevó al padre la tabla llena de clavos.
- Bien, dijo el padre, mientras tomaba el martillo de la mano del niño y dándole una tenaza agregó:
- Ahora te propongo otra cosa. Cada vez que estés seguro de haber actuado bien, arrancarás un clavo.
En menos tiempo que le había llevado clavar los clavos, el hijo volvió con la tabla vacía.
- Los desclave todos papá, – exclamo con mucha alegría.- El padre lo abrazó y le dijo emocionado: - Me siento feliz al comprobar que en tan corto tiempo has logrado compensar tu proceder anterior. Pero, si observas la tabla, verás que cada clavo ha dejado su huella. Recuérdalo.
Tolstoi
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